miércoles, 25 de marzo de 2009

Contarte



Esperaba ese momento desde hacía un tiempito, por varias razones se nos había dificultado; entre su yo y el mío, su cambio de interés y mi actitud, sus consideraciones y mis ideas, sus corbatas y mis suits. Pero este atardecer lo trajo a mí, sin mucho aviso, sin confirmación, sin agenda, así de repente se apareció en mi puerta.
Me sentí intrigada, curiosa, traviesa, recelosa. Él estaba impecable, como siempre, su enigmática figura, y su manera aún indecifrable para mí. Ese código de datos que había empezado a entender a cucharaditas. No tenía expectativas, así como él aparentaba no tener prisa.
Fue la oportunidad perfecta para destapar la botella que llevaba unos días acariciando con la mirada. Tomé dos copas y las serví. Nos sentamos en el balcón lateral a hablar, sencillamente compartir vivencias y sabores.
Entramos en confianza y la pregunta era presumible, por lo que abordé el tema, empecé a contarle. Era una buena oportunidad para compartir algunos recuerdos que podían dar explicación a ciertos comportamientos, criterios, conflictos. Era un momento que –supuse- llegaría bajo cierto nivel de comodidad entre ambos.
No sé si fue el vino, o la historia, o la espera, o la suma de sus factores, pero la mirada nos fue traicionando, y lo sentí cerca, cerca de mis ideas, cerca por instantes, cerca de mi rostro, tal cual unos meses antes lo estuvo entre carpetas, cristales y silencios… y se dejó al aire.

Así fue como en inicié un “contarte” de cobros por sobregiro…


sábado, 21 de marzo de 2009

Quédate



Quédate con mis sueños, quédate con mis ganas
Quédate con la esperanza de volverte a ver…

Quédate cuando te mire fijamente a los ojos
Quédate cuando te desperecie por rechazarme a la vez…

Quédate cuando quiera que te vayas,
Quédate cuando me dejes suspirando de rabia.

Quédate cuando te diga que no me amas,
Y déjame justificarte para sentirte otra vez…


Sin fecha ni destinatario.

La matemática de complicaciones interpersonales


Creo que no pude haber encontrado mejor imagen para este post. Obtenida en GoogleImages

Hay cosas que se saben... pero no se hablan!

En mi teoría poco romántica del compromiso matrimonial urgaba recientemente entre mis escritos, contemplando a mi paso la intrigante e inquisidora versión de un tipo de amante. Como lo describiera recientemente, la categoría más especial es la de afinidad profesional, caracterizada por ser la más sutil, interesante y peligrosa. Hoy entiendo que me quedé corta en definirla, y creo que hay que hacerle el honor de explorarla con más detenimiento…

Debo empezar diciendo que en este tipo de complicaciones interpersonales muy pocas veces se habla claro, y las ‘señales’ se dejan mucho al instinto y a la imaginación, corriendo el peligro de ser mal interpretadas. Aunque para ser sincera, dudo mucho que en estos casos se presten las malinterpretaciones, pues estamos hablando de dos sujetos –por premisa- con una mente madura, desarrollada, y con experiencia. Ese bagage que concentra a estos personajes suele ser el punto detonante de una confrontanción sin caras, sin palabras, sin diálogo abierto, pero con muchos sentidos.

Anteriormente había descrito que esta interacción casi siempre se da en un ambiente laboral cuyo perfil profesional es muy elevado en ambos, y es precisamente ese perfil que regularmente los aúna. Dos personas con ambiciones de carrera, con títulos que le solventen, con experiencias de vida enriquecidas por la diversidad… y que se sienten peligrosamente atraídas por un no-sé-qué de conversaciones, papeles, ideas, controversias, escritorios, secretarias, extensiones telefónicas… y un intenso y exquisito sentido de discreción, de intimidad, de miradas silenciosas, de reuniones, de abrazos de saludo y manos de despedida…

En mi lado más idóneo de conceptos de pareja siempre he dicho que para una relación mantenerse bien hay dos elementos indispensables: admiración y respeto. Un individuo puede tenerle respeto a su pareja y jamás serle infiel, pero si no la admira no se sentirá satisfecho, y menos conforme con lo que tiene. Lo mismo pasa con el caso inverso, si alguien le tiene admiración a la persona con quien comparte su vida, pero no la respeta, es una relación destinada al fracaso. Y de ahí viene la razón por la que justifico mi expresión “peligrosamente atraídas”: estos dos profesionales pueden evitar ‘daños a terceros’, mas están deliciosamente envueltos en una admiración profunda, inevitable, contagiosa, energética.

¿Entonces? Bueno, aquí la matemática no tiene números tan concretos… dos más dos puede dar tres, o puede dar cinco, pues sucumbir ante la tentación tiene los mismos balances naturales que titubear ante ella. A fin de cuentas, es un cargo de conciencia si caemos, y una verdadera tortura si nos quedamos con el pendiente del “cómo sería con…”. Como siempre he dicho, en estas cuestiones los colores son deliveradamente multiplicables, y ninguno tiene tonalidad negra o blanca, ni sus derivaciones. Ahora, siendo justa con las circunstancias, ¿por qué no les dejamos esa matemática a los ingenieros?

Escrito antes de celebrar.
Enero 2009

lunes, 2 de marzo de 2009

Quiero...


Imagen: DeviantArt.com, Por: Sylynn

Sentir calor con sólo una mirada
Soñar despierta con la última despedida
Sentir nervios con una caricia ingenua
Suspirar con las letras de una nueva canción

Pensar en la idea de un detalle bonito
Esperar impaciente una llamada
Planear todo un día, para una sola noche
Disfrutar las diferencias entre dos almas

Tener motivos para romper más esquemas
Emprender un camino de incertidumbre positiva
Sentirme mimada, comprendida, deseada
Escuchar mi propia voz al decir un te quiero

Quiero volverme a enamorar…

Marzo 1, 2009