Cuando tomé clases de pintura, hace ya muchos años, aprendí que hay tres colores primarios: rojo, azul y amarillo; todos los demás son derivados de éstos. Existe un único color puro, que es el blanco, y se supone que el negro es la combinación máxima de los primarios. Así pues, para obtener verde, por ejemplo, hay que mezclar amarillo y azul, y su intensidad dependerá directamente de la concentración que se le aplique de cada color combinante.
Partiendo de la explicación anterior, entiendo medio justificable mi error de percepción con la corbata aquella… no era rosada, era roja con blanco. No pude ocultar la sonrisa cuando se me aclaró mi fallo apreciativo, y no porque me guste estar equivocada (Já ¡Qué va!) sino porque esa respuesta evocó una idea tan curiosamente sexy a mi cabeza: para haberlo sabido debió de comprobarlo, y para comprobarlo debió estar en su clóset, entre otras corbatas, colgando su “ie attire”, y haberse momentáneamente acordado de la referencia que hiciese al color y quererme ganar la disputa; o –mejor aún- haberlo maquinado hasta llegar a casa y buscado la oportunidad de verificar.
Puede que la imagen me resulte entretenida, y que mi percepción estuviese distorsionada, pero mi mente ahora se pregunta ¿de qué me sirve saber el color si no podré comprobarlo yo misma? ¿si tengo restricción en su contra? ¿si no podré usarla?
Supongo que a fin de cuentas la carrera pesa sobre la marcha, y para él es menos importante el interés que el admitir una fé de errata…
After “the pink tie”, WITHOUT celebration, and eating chocolate ice cream!
Feb. ‘09
Partiendo de la explicación anterior, entiendo medio justificable mi error de percepción con la corbata aquella… no era rosada, era roja con blanco. No pude ocultar la sonrisa cuando se me aclaró mi fallo apreciativo, y no porque me guste estar equivocada (Já ¡Qué va!) sino porque esa respuesta evocó una idea tan curiosamente sexy a mi cabeza: para haberlo sabido debió de comprobarlo, y para comprobarlo debió estar en su clóset, entre otras corbatas, colgando su “ie attire”, y haberse momentáneamente acordado de la referencia que hiciese al color y quererme ganar la disputa; o –mejor aún- haberlo maquinado hasta llegar a casa y buscado la oportunidad de verificar.
Puede que la imagen me resulte entretenida, y que mi percepción estuviese distorsionada, pero mi mente ahora se pregunta ¿de qué me sirve saber el color si no podré comprobarlo yo misma? ¿si tengo restricción en su contra? ¿si no podré usarla?
Supongo que a fin de cuentas la carrera pesa sobre la marcha, y para él es menos importante el interés que el admitir una fé de errata…
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Feb. ‘09
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