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martes, 25 de mayo de 2010

Me pediste una noche



Me pediste una noche, y te negaron sin saberlo
me apartaron de ti y no reclamaste tu lugar.
Me despedí sin saberlo, para vuelo tomar.
Me pediste una noche, y te di cuatro días,
un huracán de emociones al retornar a mi hogar
sonrisas y desvelos, muchos sueños a ensalmar.
Me pediste una noche, y nos dimos estrellas,
oleadas de ideas y palabras por confesar
sintiendo, acurrucados, las ilusiones abrazar.
Me pediste una noche, tan sólo una...
sin saberlo que era la más importante
la que más deseabas, la que tomarías por la eternidad.
Me pediste esa noche, la noche aquella
y sin entenderlo ni estudiarlo me fui hacia el mar...
Y a partir de esa noche te perdí poco a poco,
te alejaste, te fuiste, te entregaste a alguien más.
Me pediste una noche y te aparté de mi lado...
te entregué mi vida entera, y me la arrebataste!

24/5/10
Missing the person you used to be!

De regreso...



Cinco meses, varias historias...
Infinitas emociones, ideas inconclusas...
Sueños partidos en dos, mudanzas, destinos...
Y estoy de vuelta!



Anoche me inspiró escribir "Me pediste una noche", recordando una noche que fue solicitada hace muchos meses atrás. Una noche que dije un "no" dormida, y que recordé de repente, en medio del shock de una reunión entre amigas. ¿Alguien ha recordado algo que hizo en medio de una borrachera meses después de lo ocurrido? Bien, pues si alguien sabe de lo que hablo debo aclarar que no estaba borracha, sencillamente en sueño profundo, muy profundo, y como tal, desperté... hace a penas unos días.

Espero les guste este retorno, hay mucho que contar!!!


Wk.
25 de Mayo, 2010
Tras un largo silencio.

jueves, 31 de diciembre de 2009

Sin tiempo


Pic by http://deviantart.com/

Hemos estado sin tiempo
Contando historias, sin contar alguna
Besando sueños, sin suspirar
Mirando horizontes, sin admirar sus lineas al final


Nos hemos mirado, de repente, sin planear,
viendo otros caminos, mas volviendo a caminar juntos, de la mano
hemos sentido la distancia acariciar nuestros pasos,
y vuelto a caer uno cerca del otro

Hemos cantado recuerdos, almacenados sin tiempo, con muchos espacios
Y de repente, sin saberlo, nos hemos encontrado viviendo un tiempo nuestro,
sin bautizar, sólo tiempo, sólo con nuestros nombres,
sin precedentes, sin antesala... Solos, tu y yo.

Dic. 26, 2009, tras unos días de encanto.

domingo, 6 de septiembre de 2009

una mañana de domingo...




Son las nueve de un domingo sin planes,
de un día sin amigos, sin visitas.
Es una mañana silenciosa en una zona de guerra;
un proyecto de recogida y de armoniosa convivencia conmigo misma.

Y así, en un momento en el que la agenda se quedó en la oficina,
donde no hay amor ni exclusivo ni compartido, donde no hay compañía
te extraño, pero lo más extraño es extrañarte cuando nunca te he tenido,
cuando ni siquiera han habido intensiones de tenerte.

Extraño tu sonrisa cuando me pasas por delante
extraño tu amabilidad disimulada ante otros presentes
extraño tus saludos de lejos y tus miradas de soslayo
y resulta extraño que nunca te hayas atrevido a salir cuando tus señales indican otra cosa.

Y entre los deseos de este día de descanso,
entre las sábanas cálidas sin sexo alguno,
entre mis preciadas almohadas reviso por última vez mis cuentas electrónicas
encontrándote donde menos te esperaba...


Septiembre 2009

lunes, 27 de julio de 2009

Ironías no correspondidas


Pic By Camilax, DeviantArt.com


El piso tiembla bajo mis pies
la mente me da vueltas de incertudimbre
las sonrisas se quiebran entre interrogantes
las ideas buscan otros horizontes...

La pintura deja tonalidades grises
la casa tiene olor a rosas disecadas
el silencio se encuentra en cada rincón
y las almohadas no encuentran su sitio...

Y yo, entre caminos cruzados,
entre palabras dichas que no me correspondían
entre encuentros truncados por el miedo
Ironías, ironías de sobra... y ningunas responden a una realidad!

Tras entender que hay vainas y vainas...
Julio 27, 2009

lunes, 13 de julio de 2009

Cumpleaños



Cada día, cada palabra, cada arte, cada reflexión...
cada suspiro, cada lágrima, cada sonrisa marcada en amor...
cada persona que extrañé, cada ser que conocí,
cada encanto de esta vida, se regocija hoy,


cuando adquiero una nueva antigüedad,
cuando disfruto un atardecer más de un 14 de Julio
cuando mi edad cambia de número, y mis deseos de rumbo...

Sólo feliz. Es mi cumpleaños!!!


Vísperas del 14/07/09
Wk.

viernes, 26 de junio de 2009

En una imagen



Te vi, en sepia, antiguo, algo borroso, incierto, pero acepté…
Me detuve a explorarte, a escudriñar en tu información, en tu vida,
Sentí curiosidad, intriga, y cual intrusa en terreno incierto.

Siguieron las conversaciones, las afinidades, las preguntas.
Se consensuaron los tiempos, los espacios, las formas.
Pasó la fecha, y luego otra, y en su momento las dudas…

Estaba tarde, entre el tráfico de una ciudad ajena y los compromisos laborales. Llegué justo para alistarme y sentía algo de emoción, justo al recibir tu llamada… Cuando pulsé el botón del ascensor seguía ajustándome el vestido. Te busqué entre las personas que iban y venían, cuando nos cruzamos, a unos metros, tú de gris y yo de blanco, y sonreí.

Pensé mil cosas, cuestioné razones, ideas, lugares, medidas, estilos… y te pensé.
A unos centímetros de mi, compartiendo el mismo sofá del lobby aquel, aún agitada por los instantes precedentes, y aún asimilando que estabas ahí… te observé.
Tras horas de un contar imparable de historias de vida, de gustos, leyendas, interrogantes, respuestas, canciones, fotos, vino, miradas, y nuevas dudas… te sentí.

Interesante, exótico, complejo… inquietante, calmado, tierno.
Emociones y dos noches de compartir, donde todo empezó en una imagen!

Wk.
Junio 26, 2009.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Eres



Hay amores que se convierten en ironía, en esa risa ligera que te evoca el pensamiento aquel de: ¡a Dios Gracias! -ó- ¡Adiós, Gracias!

Lamento la ofensa, la crudeza, la verdad, pero a fin de cuentas esto es parte del tiempo… y –por supuesto- de sus cosas…
Wk



Eres rabia y eres pena
Eres sentidos que quedaron atrás
Eres cuestionantes de emociones no sentidas
Eres respuestas de armas tomar.

Eres lo que no fuiste realmente
Eres lo que eras antes de yo aparecer
Eres la sombra en el pasado
Eres alegría de no verte más.

Eres lo que me dijeron que eras
Eres lo que creí no creer de un hombre
Eres lo que sabía que no debía ser
Y eres eso, el que no me importa,

el que no me inspira, el que no quise,
el que dejé de respetar,
el que entendí que no me merecía,
el que da respiros sin ansiedad…

Eres… el hombre a quien una vez le presté mis sueños…

Diciembre 2008
Escrito hace ya unos meses, envuelto en una sensación de adiós, a quien tal vez no debí responderle un hola.

jueves, 23 de abril de 2009

Humo de emociones


...y como es tan autobiográfico, decidí utilizar un retrato personal... en esta imagen.

Uff!! Qué día! Necesito hacer un recuento de mis mega-horas de hoy!
Wk


La madrugada empezó cuando apagué la TV a la misma media noche, con algo de frío, en una habitación de hotel. Intenté dormir profundamente, pero fue en vano, me despertaba cada hora para reacomodar mis ajenas almohadas. Cuando finalmente sonó el despertador sentí cómo una oleada de dolor recorrió mi cuerpo, era la señal de que había abusado de él el día anterior. Hice caso omiso a mi agotamiento laboral y me dispuse a empezar la jornada, que no prometía ser muy buena.

Luego de un duchazo caliente, y la rutina de maquillaje y vestuario de oficina, bajé a desayunar. El té estuvo delicioso, las frutas también. Pasé el mostrador y recogí mi maletín. Cuando quince minutos de retraso el chofer no llegaba, llamé a la persona de transporte, para mi sorpresa había un cuento chino, como todo en ese lugar. El que me habían asignado lo mandaron a otra ciudad, y el que me reasignaron tuvo un percance camino al hotel. Debía esperar “unos minutos”, que serían nada más y nada menos que cuarenta. Una eternidad para mi poco gusto por depender de otros para llegar a un sitio.

Ya en el trabajo, había que repasar los materiales del recorrido que tendríamos esa mañana. Revisar el correo electrónico, responder a unas cuantas llamadas, confirmar mis reuniones en Santiago en la tarde, coordinar la logística del evento de mañana… Todo en unos pocos minutos para salir al afán que nos esperaba afuera.
Tras dos horas, mucho calor, muchísimas escaleras, poca agua, incontables saludos y sonrisas, sufrí un súbito mareo, con la sensación de que ya era mucho para mí opté por dejarlo, admitir mis limitaciones físicas y decirle bye-bye. Había tenido suficiente. Mas mis responsabilidades a penas empezaban… ahora el bus, para llegar a tiempo a Santiago a mi ansiado compromiso.

Compré algo de picar para el camino, viajaría dos horas y media y necesitaba llegar con energías, aunque el estilo se había ido al carajo, pues ya no había maquillaje que disimulara el agotamiento, y hasta el desgano. Intenté enfocarme en la agenda de la tarde, pero el sueño me venció, y dormí un buen rato, para despertar llegando a la ciudad Corazón, con cansancio potencializado, y la moral en el suelo. No estaba viendo resultados, y los días habían sido considerablemente largos.

Al entrar por la puerta de mi oficina no pude sonreir, saludé por cortesía, pero todas vieron que estaba demacrada, pero debía seguir… Encendí la computadora, respondí otras llamadas, terminé el cuadro de excel, revisé la agenda y esperé el aviso de subir. La reunión tuvo sus bemoles, pero sus frutos me retornaron color al rostro, pocas palabras de aquella dama tienen mucho peso, y en mí significaron una hora y veinte minutos, dos instrucciones, y varias notas. Los resultados empezaban a verse, justo por quien debían ser vistos.

Al regresar a mi escritorio, sentí el hambre, el agotamiento, y era hora de marcharme. Habían sido dos largos días fuera de mi cama. Llegando tomé dos baños, no uno, dos, reción entrando, y después de la cena. Y me acomodé para subir las fotos de la sesión a mi página, las que estaban siendo esperadas. El marcador contó exactamente cuatro segundos luego de la primera publicación, cuando recibí un sin número de comentarios, y uno en particular logró mi atención. Los detalles de aquella relación siguen siendo una triste burla de la vida para ambos, por lo que sus palabras fueron un balde de agua fría, más bien caliente diría yo. Sus ojos azules, su acento marcado, sus promesas más que rotas, cortadas por la vida...

En eso se me ocurrió curiosear en un par de páginas, incluyendo el presagio de noticias viejas, que para mi shock tenían letras dedicadas a mí. Dos strikes en una noche... Me incitaron a responder, a dar a conocer mis pensamientos sobre la irrupción en su vida, pero yo me pregunto, si no respondí en octubre, o en diciembre, o en enero, o a principios de abril, ¿respondería ahora? En fin, aún no me decido… y el día aún no termina.

Abril 23, 2009
Muchas ideas, muchas emociones, y tres agendas.

sábado, 11 de abril de 2009

Poema de la Desposada - Buesa


Para una amante de la declamación como yo, este es un perfecto insulto a la retórica, pues ésta se queda corta ante la genialidad de un poeta como él. El siguiente poema se abrió entre las páginas de una edición casi inexistente de “Poemas Prohibidos”, que llegó maravillosamente a mis manos gracias a la amistad que hay entre mi padrino y su autor.

La quimera fue testigo de espejismos elocuentes, de viajes donde el amor se olvidó en el equipaje…

Wk

POEMA DE LA DESPOSADA
de José Ángel Buesa

Buena suerte, muchacha. Lucirás muy bonita
con el velo de novia y el ramo de azahar,
pero sin el sonrojo de tu primera cita,
sino pálida y seria delante del altar.

Pronto será la boda. Pero acaso un despecho
amargará las noches de tu luna de miel,
si al subir una puerta reconoces un lecho
o al cruzar un pasillo recuerdas otro hotel.

Sin embargo, muchacha, cuando termine el viaje,
ya serás la señora de no se qué señor;
aunque tal vez descubras, al subir tu equipaje,
que en la prisa -¡qué pena!- se te olvidó el amor…

domingo, 5 de abril de 2009

Recuerdos entre Pavel



Dos veces lo he recordado desde hace un año; dos días de los más 400 que me han separado de él. Uno de ellos fue el viernes en la noche, en el concierto de Pavel, en un transporte a la noche que asistimos juntos a ver a su ídolo a millas de distancia de nuestro país natal.

Sobrecogida entre mis amistades, a años luz del sentimiento que nos unió un día, sentí como si me tocara, como si las letras de “Viene Gente” estuviesen siendo tarareadas a su ritmo. Y fue bonito, pues algo tendría que quedarme de emoción, algo habría de decir que había sido suyo en mi vida, y esos recuerdos una sonrisa más que una lágrima. Era como si Pavel me dijera “hey! Yo te vi hace un tiempo” y yo le respondiera “sí, junto a él.”

De haber puesto el mensaje que empecé a escribir, habría expresado lo siguiente:
“En honor a los años que estuvimos juntos… estoy en el concierto de Pavel, y me he acordado de ti.”
Lástima que supiera que ese mensaje terminaría en un rebote de insensateces en su blog… así pues me ahogué en la música, y reservé el disgusto.


Abril 5, 2009

lunes, 16 de febrero de 2009

Empieza el calvario


Parte II

Por experiencia de mis últimos dos años en aquel país, los “especialistas” de salud se habían vuelto verdaderos rivales, era sorprendente, chocante, insólito, y hasta ingenuo el ver con cuánta facilidad éstos individuos se juegan con la vida de las personas, y con cuánta más insensatez se atreven a juzgar sus razones. Estúpidos. Así pues, le sonreí tanto como pude al que tenía enfrente y luego asumí el reto de retarlo, como hacía frecuentemente en estos casos, cuestionando cada mínima decisión hasta estar conforme. Aún así ninguno de mis entrenamientos previos me habían preparado como para enfrentar lo que vendría, y las constantes aprobatorias que daría a esos esbirros para jugar con mi vida.

Después de la segunda visita al consultorio me añadió dos medicamentos nuevos, uno que me inflaría la cara como un globo (esteroides) y otro que echaría por el inodoro de tan efectivo que resultaría (jarabe para la tos). Me examinó por tercera vez y me mandó a caminar alrededor para medir mi oxígeno. Era el quinto día de aquella faena, ya me había aprendido el nombre de las enfermeras, y ellas el mío, y para entonces el conteo de medicinas sólo aumentaba, al igual que la frecuencia de nebulizaciones. Al regresar a la salita de examen me dio dos opciones: o irme a casa y pasar ver si podía pasar el fin de semana (qué agradable ella, ¿no?), o ser ingresada. La idea de ir al hospital había surgido ya en una ocasión anterior, y aunque resultaba reconfortante saber que tendría al menos quien me cuidase, me aterraba el sólo pensar en el contorno, la cultura, lo ajeno a mí. Mi decisión se basó meramente en su última advertencia de que si me ingresaban NI ella NI mi neumólogo estaban on call ese fin de semana, por tanto en caso de emergencia sería atendida por el médico de turno… y otro nuevo reto de explicar todo proceso de recaídas y ataques de los últimos días. No, definitivamente no, eso sería más tortuoso que el quedarme en casa.

Eran casi las seis de la tarde cuando salí de la clínica, el taxi me esperaba afuera, y la nevada apenas arreciaba. Estaba cubierta por tres capas de ropa, débil, cansada, no paraba de toser y me dolía mucho la cabeza. En eso pasó la noche, y la mañana siguiente, sin mejoría alguna. Ver televisión, estar al pendiente del itinerario de químicos para mi organismo, planear los alimentos que me sostuvieran ante el malestar, y aparte de eso lidiar con el tenso ambiente en el hogar, entre dejar saber que no quería otras preocupaciones y hacer entender que no era muy “electivo” de mi parte la condición en que me encontraba.

Lo cruelmente chistoso es que en momentos como esos es donde más se ajusta el decirse a uno misma “respira profundo” para buscar cierto sociego, pero si no podía literalmente ni respirar, ¿cómo lo haría ‘profundamente’? Me resigné a soportar esa prueba que me daba la vida, sin entender que era tan sólo el oscuro vestíbulo en que desembocaría la decisión de haberme quedado.

Llegó el lunes, y a media mañana sonó el teléfono, era Mónika, la doctora Mathur, quien muy dulcemente se tomó el tiempo de averiguar cómo me había ido. Al escucharme peor que el viernes, y saber que los medicamentos no había hecho efecto alguno, me pidió que fuera en la tarde, así lo hice. Estaba harta de ese tira y jala, de ir y venir de Fallon sin efecto reconfortante, estaba desesperándome, y ya mi sentido común no tenía sentido alguno, mi capacidad para dilucidar entre sensaciones y síntomas eran nulas, mis conocimientos médicos no tenía validez, y yo me sentía cada vez más frágil, horriblemente vulnerable, impedida… Entonces, la decisión llegó por obligación, no por iniciativa; éste fue el irremediable suceso cuando unas horas después de la visita clínica quien me sostuvo fue el piso del baño.

El tiempo es el componente más preciso en una estancia médica. Ellos pueden ser excelentes en tecnología, vanguardismo, investigaciones, pero son fatales en atención y cuidado humano. Y para qué contar de ver las horas pasar experimentando el horror de un lugar como aquel, entre perfectos desconocidos, con el terrible dolor de cabeza que me punzaba los sesos, el malestar corporal, y la consabida dificultad respiratoria. Me sentí en la antesala del infierno, real, verdadera, pura, sincera, incoherentemente. Y así pasaron todos los fragmentos del tiempo: los segundos, minutos, cuartos de hora, horas; y siguieron sus cosas: experiencias, gente, imágenes, recuerdos, sonidos, sensaciones, percepciones. El tiempo y sus cosas, en su mayor y más desagradable expresión, cobrándome la más mínima desconocida razón por la cual jamás merecería tal episodio.

La sucesión de eventos de ese día me han hecho preguntarme una y otra vez qué hay en el ser humano detrás del instinto de supervivencia. Cuántas veces no vamos por la vida en una eterna transición de responsabilidades –de la casa al trabajo, del trabajo a la academia, de la academia a la casa- y mantenemos el espíritu de actividades en honor a lo que nos hemos comprometido –pareja, familia, carrera-; y cuántas veces, segundo a segundo, dejamos de descubrir que ese mundo que nos rodea es gracias a cosas aparentemente insignificantes sin las cuales nada sería nada. Fue esta experiencia en mi vida que me hizo entender cuán profundamente frágil es la vida, cuán dependiente es la esencia humana, y cuán inevitable es ver la vida de frente, cuando está justo ahí, donde no hay hacia dónde más ir, ni nadie a nuestro alrededor para en quién escudarnos, ni fuerzas físicas de dónde escondernos.

En cuatro días quebranté mil veces mi teoría de que un instante era el último. Las ideas de cómo mi vida terminaría allí, lejos, sola, aterrada, atónita, reposaron en mi mente una y otra vez entre la atosigante tos, mientras sentía la tortura recorrer mi organismo, y cada célula de mi cuerpo perdía noción de las funciones correctas. En medio de esta catarsis existencial compartí mis suspiros con la tristeza, y poco a poco mi alma se desmoronó hasta volverse nada, era polvo al viento… y el llanto mi único fiel compañero. Las lágrimas eran mi desahogo, lloraba, inhalaba, lloraba, y me dejaba manipular por quienes el mundo me obligaba a creer que eran los que sabían. Ya no ponía resistencia, ya estaba resignada a ser su puppet y a refugiarme en lo que sería la irracionalidad de la razón, así, tal cual.

Dicen que a las verdaderas amistades se les conoce en el hospital y en la cárcel, y como yo no he tentado la ley, supongo que esa era justa mi oportunidad de repasar el listado de privilegiados afectivos. Comprobé que soy imprudentemente alérgica a la expresión de que “La sangre pesa más que el agua”. Y también comprobé que las verdades son injustas y, las justicias inhumanamente incompetentes ante la vida.

Tras varias conjeturas filosofales, una reacción adversa al químico de la resonancia magnética, una flebitis, dos inyecciones de morfina, siete minutos de colapso pulmonar derecho, cinco días sin dormir, desconocidas pulgadas de nieve, y tres especialistas mis días en el hospital habían llegado a su fin, con la promesa del próximo cuidado materno al día siguiente, según los prónosticos no climáticos…



Febrero 15, 2009



lunes, 9 de febrero de 2009

Presagio de una pesadilla…


Hace un año que inició esta travesía que hoy me lleva a desahogar en esta serie de escritos los sentimientos encontrados que estas fechas me provocan, donde los paralelos de la vida se cruzaron, y la mía se vio en un hilo.
Wk.
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Parte I
Llevaba medias de lana hasta la parte superior de la pantorrilla, guantes de cuero negro, botas cubiertas de piel en su interior, traje negro de oficina a rayas crema y un suéter cuello tortuga. El coat negro, la bufanda crema y la boina reposaban en el asiento de al lado. Había abandonado la I90 hacía menos de un minuto y tenía a mi madre en línea. Ambas llevábamos un buen rato coordinando la compra del vuelo que me permitiría reencontrarme con los míos tras dos años de ausencia.

Según ella ésta sería la oportunidad perfecta para rehacer los instintos de la tradición cultural femenina de abnegación marital. Sería el momento de llamar a su escuadrón de rezos e influencias eclesiales para hacerme entrar en razón… pero la vida da vueltas, y la mía tomaría un giro peligrosamente fuerte.

Cuando terminé la llamada tomé una bocanada del denso aire inexistente del interior de mi carro, y contemplé la escena que llevaba ya varias semanas observando: edificios de apartamentos a la derecha, el lago cuya capa superior era puro hielo hacia la izquierda, y la estrecha vía repleta del tráfico de la hora de oficina. Me detuve en un semáforo e intenté inútilmente serenarme, ver a mi alrededor y dedicarle un pensamiento positivo al inicio de mi largo día. No hubo forma, las esperanzas se agotaban.

Rompí en llanto abrazada al guía, me asfixié y sentí cómo profunda, lenta y dolorosamente la daga se resarcía en mis adentros; la misma que llevaba dos meses presionando mi alma. Me contuve al entrar al parqueo del campus y saludé a la patrulla policial como de costumbre. Ubiqué un espacio vacío al final de la cuesta y me estacioné entre la montaña de nieve, arena y lodo, como siempre.

Al entrar a la salita de recepción de la oficina hice el mayor de mis esfuerzos de sonreír, y la opresión en el pecho casi me vencía. Quería que alguien me explicara cómo era posible que el alma de una persona pudiera sentir tanta aflicción y que el mundo no lo escuchara, donde mi silencio y profesionalismo eran transparentes, mientras por dentro gemía, me sacudía, gritaba, me estremecía cual feto en pleno proceso abortivo. Sentí que me desgarraba… la sensación era insoportable, compleja, inevitable.

Tras mi update semanal con mi supervisora, una reunión de equipo sobre el proyecto en camino, y tres citas estudiantiles el día había seguido su curso, avanzaba, tal como lo hacen los barcos en altamar, no importa cuán agitada esté la marea. Haría dos llamadas más al país en las próximas horas, ambas para escuchar a Usk, para saber de ella y dejarla saber de mi, para decirle sencillamente que extrañaba estar entre ellas, las mujeres.

Supongo que el fondo de mi ser deseaba que ese día fuese tan sólo una pesadilla, y que como en las caricaturas alguien me despertara, me tocara el hombro y me dijera “Ya Wendy, estabas dormida…”, pero no pasó, ni pasaría en muchos, muchos meses. Éste era sólo el principio de una pesadilla que me mantendría dormida en el letargo de la tristeza por semanas y que desembocaría una serie de episodios de vida hasta hoy irrecordables.

El viaje a SC me tomó alrededor de una hora y quince minutos, nada fuera de lo habitual a esa hora. Eran casi las cuatro de la tarde, debía estar en Locklin Hall a las cinco para una revisión de tesis, y tenía clases a las seis y media, qué día! Al entrar al parqueo nueve de commuting students vi nuevamente la nieve apilada a los laterales, la arena, lo asqueroso de vivir en ese Estado en pleno febrero y una semana después de una nevada de varias pulgadas. Respiré hondo, tomé mis cosas y me aparté del vehículo a prisa para evitar el viento helado que atravesaba el campus. La temperatura debía estar en unos 18 grados, y se esperaba que bajara entre 8 y 5 para mi hora de salida.

Cuando entré en el edificio 19 eran casi las diez de la noche, estaba agotada, me dolía mucho la espalda y mis emociones se habían adormecido de tanto ajetreo. Él dormía, o fingía dormir, qué más daba. Saludé por cortesía y no entendí que sería la primera de muchas noches en que repetiría aquel ritual, y que anoche tras noche éste se convertiría en un trago más amargo con el paso del tiempo.

Días después me engañaría por segunda o tercera vez de que era un buen pretexto para volverlo a intentar, para escarbar entre mis sentimientos a ver si encontraba algo bueno, de buscar y rebuscar en mis pensamientos a ver si lo comprendía, de huirle a mis recuerdos para perdonar sus imprudencias, de creer, de creer en la maldición en que se había convertido mi decisión de estar ahí… Era la fecha del 14, y ambos nos esmeramos en ser dadivosos, fue bonito, debió haberlo sido, pues ninguno de los dos recordaría nada bueno del otro en los meses siguientes, y éste permanecería como el último buen recuerdo.

Tres días pasados el 14 empezarían los síntomas, el cuerpo resentiría el clima y yo no estaría lo suficientemente fuerte como para resistirlo. Era el presagio de vivir mi peor pesadilla en carne viva…
Escrito al conteo de días, hacia un año.
Febrero 8, 2009.

sábado, 31 de enero de 2009

An affair gone wrong



Todo empezó en una mirada, y terminó en un suspiro…

“Hay que admitir que ciertos líos en la vida nos los ganamos solos…
Se toman decisiones que comprometen nuestro futuro, nuestas convicciones,
nuestro razonamiento, muchas de ellas vienen atadas al insaciable furor de la pasión.”

La intensidad se acrecienta,
el interés se esparce por el cuerpo,
las vibraciones recorren la espalda,
y desembocan en la entrepierna.

En esos momentos la piel arde,
las manos tiemblan,
la respiración se entrecorta,
y los pensamientos se nublan.

Cuando la conciencia se ve infringida,
y olvidamos lo que somos y en lo que creemos,
y peleamos con el ‘otro yo’ de la cabeza superior,
y pedimos permiso a la impaciencia.

Y ahí se crea el problema: el creer que eso ‘es’…
Y no pasión o deseo o química.
Y no lo llamamos por su nombre
sino que lo apodamos Amor…

En fin, el tiempo pasa y la calma llega
Y redefinimos la cuestión aquella,
Y transparentamos que el lío no lo arma un Affair
Sino cuando este ‘have gone wrong’!

Y todo pasa… y a mí me pasó.

Enero 2009.

viernes, 16 de enero de 2009

Haciendo las Paces…



Imagen de Deviantart.com
En la vida vamos caminando a un paso acelerado, y cuando se nos presentan situaciones difíciles nos contrariamos, rehusamos, confundimos. Podemos encontrar la forma de solucionar los síntomas a esa contrariedad, mas dejamos a un lado lo esencial, lo primitivo, lo intrínseco.

Cuando este año inició yo me hice el firme propósito de que el 2009 tendría la calidad y calidez que no tuvo el anterior; y para ello habría que revisar las esencias y no los efectos inmediatos que ellas nos producían. Me tomó un mes y lo logré.

Entendí, tras mucho dialogar conmigo misma, que para estar en paz con el mundo, debía estar en paz conmigo misma.

La tarea consistió en “letting go”, así de sencillo.
Yo debía dejar ir esos recuerdos, o más bien no alimentarlos, y –aunque suena trillado- funciona. Dejar correr las cosas, entender que no había otra forma, que las buenas intenciones no funcionaron, que las sonrisas se escaparon junto con las lágrimas, que la vida se le zafó a la muerte, que mi constancia inconsistió en mudanzas, que mis sueños durmieron un rato y volverán a despertar, que mi vida, fuere como fuere, no fue sola, y que yo no debía seguir hacia mi mejor futuro sin enfrentar a mi peor pasado. Así pues, tan simple como el vaso de agua que tenía enfrente, tan sutil como la instancia en que me encontraba, tan espontáneo, tan inesperado, tan radical, tan yo, lo dejé ir, y con él no se fueron mis cuatro años de esfuerzo en una relación que no funcionó, sino la prematura idea de no poder perdonar. Sus palabras fueron pocas, cortantes, con tono herido, y su mensaje muy simple: no había problema y siempre me tendría resentimiento. Y no lo juzgo.

Es lamentable y realista saber que el tiempo ideal para hacer las paces nunca existe. Somos seres distintos, separados, y con necesidades únicas. Yo necesitaba saber que en mi alma no había pena, y que ese era Capítulo Cerrado, y lo logré, y con ello se fue el darle importancia a las críticas de su familia, el escuchar los drásticos consejos de mi abogada o la voz asaltante de mi memoria.

Sencillamente entendí que no haces las paces con el mundo, ni con el tiempo, ni con las cosas que el tiempo trae consigo, sino contigo mismo… tal cual un día como hoy lo hice yo.
Enero 16, 2009.

sábado, 3 de enero de 2009

Se desangra el amor


Se desangra el amor
Se marchita la vida
Se interrumpen los sentidos
Se cuestionan los sueños
Se rompen ideas
Se quiebra el alma
Se anhiquila el sentido
Se vuelve a empezar…