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En la vida vamos caminando a un paso acelerado, y cuando se nos presentan situaciones difíciles nos contrariamos, rehusamos, confundimos. Podemos encontrar la forma de solucionar los síntomas a esa contrariedad, mas dejamos a un lado lo esencial, lo primitivo, lo intrínseco.
Cuando este año inició yo me hice el firme propósito de que el 2009 tendría la calidad y calidez que no tuvo el anterior; y para ello habría que revisar las esencias y no los efectos inmediatos que ellas nos producían. Me tomó un mes y lo logré.
Entendí, tras mucho dialogar conmigo misma, que para estar en paz con el mundo, debía estar en paz conmigo misma.
La tarea consistió en “letting go”, así de sencillo.
Yo debía dejar ir esos recuerdos, o más bien no alimentarlos, y –aunque suena trillado- funciona. Dejar correr las cosas, entender que no había otra forma, que las buenas intenciones no funcionaron, que las sonrisas se escaparon junto con las lágrimas, que la vida se le zafó a la muerte, que mi constancia inconsistió en mudanzas, que mis sueños durmieron un rato y volverán a despertar, que mi vida, fuere como fuere, no fue sola, y que yo no debía seguir hacia mi mejor futuro sin enfrentar a mi peor pasado. Así pues, tan simple como el vaso de agua que tenía enfrente, tan sutil como la instancia en que me encontraba, tan espontáneo, tan inesperado, tan radical, tan yo, lo dejé ir, y con él no se fueron mis cuatro años de esfuerzo en una relación que no funcionó, sino la prematura idea de no poder perdonar. Sus palabras fueron pocas, cortantes, con tono herido, y su mensaje muy simple: no había problema y siempre me tendría resentimiento. Y no lo juzgo.
Es lamentable y realista saber que el tiempo ideal para hacer las paces nunca existe. Somos seres distintos, separados, y con necesidades únicas. Yo necesitaba saber que en mi alma no había pena, y que ese era Capítulo Cerrado, y lo logré, y con ello se fue el darle importancia a las críticas de su familia, el escuchar los drásticos consejos de mi abogada o la voz asaltante de mi memoria.
Sencillamente entendí que no haces las paces con el mundo, ni con el tiempo, ni con las cosas que el tiempo trae consigo, sino contigo mismo… tal cual un día como hoy lo hice yo.
Cuando este año inició yo me hice el firme propósito de que el 2009 tendría la calidad y calidez que no tuvo el anterior; y para ello habría que revisar las esencias y no los efectos inmediatos que ellas nos producían. Me tomó un mes y lo logré.
Entendí, tras mucho dialogar conmigo misma, que para estar en paz con el mundo, debía estar en paz conmigo misma.
La tarea consistió en “letting go”, así de sencillo.
Yo debía dejar ir esos recuerdos, o más bien no alimentarlos, y –aunque suena trillado- funciona. Dejar correr las cosas, entender que no había otra forma, que las buenas intenciones no funcionaron, que las sonrisas se escaparon junto con las lágrimas, que la vida se le zafó a la muerte, que mi constancia inconsistió en mudanzas, que mis sueños durmieron un rato y volverán a despertar, que mi vida, fuere como fuere, no fue sola, y que yo no debía seguir hacia mi mejor futuro sin enfrentar a mi peor pasado. Así pues, tan simple como el vaso de agua que tenía enfrente, tan sutil como la instancia en que me encontraba, tan espontáneo, tan inesperado, tan radical, tan yo, lo dejé ir, y con él no se fueron mis cuatro años de esfuerzo en una relación que no funcionó, sino la prematura idea de no poder perdonar. Sus palabras fueron pocas, cortantes, con tono herido, y su mensaje muy simple: no había problema y siempre me tendría resentimiento. Y no lo juzgo.
Es lamentable y realista saber que el tiempo ideal para hacer las paces nunca existe. Somos seres distintos, separados, y con necesidades únicas. Yo necesitaba saber que en mi alma no había pena, y que ese era Capítulo Cerrado, y lo logré, y con ello se fue el darle importancia a las críticas de su familia, el escuchar los drásticos consejos de mi abogada o la voz asaltante de mi memoria.
Sencillamente entendí que no haces las paces con el mundo, ni con el tiempo, ni con las cosas que el tiempo trae consigo, sino contigo mismo… tal cual un día como hoy lo hice yo.
Enero 16, 2009.
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