sábado, 3 de enero de 2009

Amor en Ausencia



Le quité las telarañas a esta prosa para poder compartirlo con ustedes. Lo escribí a principios de 2004, y la verdad es que ni recuerdo quién fue su destinatario...


He respirado todo tipo de aromas, menos el mío;
he visto toda clase de ideas impregnadas en mi mente, mas no traslúcidas en mi corazón;
he crecido, descrecido, bajado y subido, saltado y sentado, y vuelto a vibrar,
mas mi pensamiento vuela no tan alto como mis emociones,
pero sí lo suficiente sobre un horizonte incierto de pura verdad.

La contradicción del alma es la condena del espíritu,
la vida de la muerte, y el recitar de los mudos,
un silente compañero callejero
que decidió invadir en mí unas cuantas madrugadas atrás.

Soñar es volver a nacer, vivir en otro aire, gritar sin sonidos,
y ver sin imágenes en el interior de una sonrisa curtida y gastada de tanto amar sin tiempo.

En una noche fría y lluviosa donde el temor supera la distancia,
y el llanto se confunde con la rabia,
los ojos secos y cansados no me dejan mirar…
he deseado amar otra vez, volver a soñar,
vivir nuevamente mi vida con más helados y sentido del humor…
he deseado vivir nuevamente mi vida pensando y sintiendo más temor.

El temor es la alerta del cuerpo,
el águila de la mente, y la puñalada en el corazón,
que me dicen, me repiten, torturándome a cada segundo
que te pierdo en este mundo si no te lo digo más.
Ese temor ha tocado mi puerta,
ha abierto mi ventana
y me ha trastornado el sueño.
Ese temor me hace volver a nacer recordando porqué existo,
porqué quiero existir,
mas no, ese miserable, me aclara por quién debo hacerlo:
¿por mí o por él?

Respuesta trágica me trae a la mente
el saber que no tengo ninguna de las dos…
ni es por mí que lo hago,
ni lo recuerdo y repito por él.
¿Se ha olvidado alguna palabra? ¿algún nombre, algún adiós?
No, simplemente hemos olvidado que la cuestión es de los dos…

Si estuviera aquí le pediría, un beso, un abrazo y una flor;
pero como no está tan sólo respira la desesperación en mi interior.
He extrañado sus besos, sus caricias y su amor,
sentir cuánto deseo puede habitar en su interior.
He extrañado los ‘te quiero’,
los regazos de dolor,
que otrora me dijeran cuánto había en su interior.

Hoy solamente me queda declarar en secreto mi amor,
y decirle si pudiera,
que ni un beso, ni un abrazo, ni una flor,
podrán cubrir mis desvelos a causa de la ausencia de su amor.

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